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Nube9 en el Paseo la Plaza.

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Martes 7 de diciembre de 2010. Al día siguiente se cumplían 30 años de la muerte de John Lennon. Fuimos al Paseo la Plaza para presenciar el tributo con el que la banda Nube9 cerró la «10º Semana Beatle de Latinoamérica».

Nos encontramos en la puerta. Tal vez por prejuicio, no nos hacíamos muchas ilusiones. La industria del tributo y el cover nos habían producido más de una desilusión. (Entiendo el rebusque para los músicos pero de ahí a conmoverse hay una distancia). Cada cual por su lado, remoloneó hasta la hora límite.

Para bien o para mal, ninguno de los dos sabía que Fernando Blanco – bajista y cantante de Nube9 – había sido el líder de los Super Ratones. Ignorábamos eso, no éramos fanáticos de los Beatles y tampoco de John Lennon. ¿Era necesario algún requisito? Habíamos sido invitados y despreciar un convite no cabía en nuestras intenciones. En fin, que ya era la hora y fuimos al Vip (otra vez, gracias a Ro, por supuesto).

En el recibidor había una pequeña  barra. La decoración era mínima: alfombra gris, sillones blancos, sillas un tanto duras, banquetas y mesas de pie. Había leído en una página que el dueño del bar beatle The Cavern de Buenos Aires tenía una de las colecciones Beatle más importante del mundo (algo así como 6.000  objetos). Como la “10º Semana Beatle de Latinoamérica” se representó en su mayoría en The Cavern supuse que en el VIP habría alguna cosita. Un detalle. Pero no fue así. Apenas dos reproducciones sin ningún valor.

Las empanadas no estaban tan mal. Hubo brownies de chocolate. Vino, cerveza, gaseosas… El show, «John Lennon. Vida & Obra. 30 años sin John Lennon», se retrasaba.

Esperar en este lugar no es tampoco un esfuerzo. Te sirven algo y podes hacer una excursión al baño. ‘Cuando tienes que ir tienes que ir’. Y algo curioso: el baño está junto a la sala principal. Hay asientos y mesas ratonas. Nada de otro mundo pero cómodo. Salí del baño y la sala se había llenado. ¿De dónde había salido esa gente? No lo sé. Un vendedor del complejo disertaba sobre las maneras de vender el producto. Anotaba algo en un pizarrón. Daba unos pasos hacia aquí y hacia allá. ¡Qué hermoso era el mundo! Diez nuevos empleados escuchaban y tomaban nota. El maestro habló:

– Y entonces, ¿qué decimos?

Silencio. Una chica, no muy segura, contestó:

– Podemos ofrecerle servicio de estacionamiento…

– Exacto. ¡Estacionamiento! ¿Qué otra cosa…?

No sé por qué recordé las reuniones que suelen hacer los evangelistas…
La sala Picasso tiene forma de abanico. Había una buena cantidad de público.  Sobre los laterales apenas unos claros. Tal vez faltaba un cuarto para llenarla por completo. Nos ubicaron en un lugar preferencial. El centro estaba ocupado y alrededor de nuestras butacas no era la excepción.

Mi compañero de butaca había colonizado el apoyabrazos (que une o separa, según la perspectiva). Hacía una defensa cerrada. Endurecía el codo y lo usaba como una suerte de ariete. Parecía cómodo. Ensayé, debo confesarlo, un par de asaltos. Pero su ocupante no estaba dispuesto a compartirlo. La posición le pertenecía y punto.

En la pantalla pasaban una entrevista al asesino de Lennon (lo esperó en las afueras de su edificio Dakota en Nueva York. Dijo “Señor Lennon…” y disparó cinco balas de punta hueca. Cuatro dieron en el blanco: dos en el hombro izquierdo y dos en la zona izquierda de la espalda. Lennon subió cinco escalones del vestíbulo y cayó desplomado. Antes dijo: “Me dispararon…” Fue herido a las 22.50 hs. y a las 23.15 era declarado muerto en el Roosevelt Hospital). Nunca le había visto la cara. Apenas si recordaba su nombre. Este año, si mal no recordaba, le habían negado la posibilidad de salir bajo palabra.

El show comenzó y, luego de las presentaciones, la sorpresa: Fernando Blanco es John Lennon. Guau. Chau. Sí, igualito. Al menos, concédanme, es la voz de John Lennon. Como si aquel registro, único e irremplazable como la misma vida del ídolo, no partiera de este mundo aquel trágico 8 de diciembre de 1980. Se los aseguro: por una inexplicable razón  migró al cuerpo de Fernando Blanco (por qué extraña alquimia habrá ido a recalar al cuerpo de un argentino solo dios lo sabe). Y si no me creen busquen en www.nube9.com.ar y escuchen y comparen por su cuenta. Así de cierto es.

Que recuerde interpretó: Mother. Strawberry fields forever. Help. Come together. Working Class Hero. Stand by me. Jealous Boy. All you need is love. I’m the Walrus. God. Watching the Wheels. Beautiful boy. New York City. Woman. I’m losing you. Entre otras…

Nuestro vecino  era bien hincha de Lennon. Por mí parte, a la tercera canción ya le había cedido y abandonado por completo la lucha por el apoyabrazos. Había temido una escalada violenta, un show arruinado, disfrute y goce perdido, amargura y pesadumbre finales. Opté por recostarme en Ro y espiar desde ahí los acordes de Julián (terminar a las piñas en un tributo a John Lennon no dejaba de tener su gracia; pero, a decir verdad, prefería pasar por enamoradizo y cargoso y estar más a tono con la onda). En los versos de Stand by me, el grado de identificación entre nuestro vecino y el cantante hizo que me preocupara. Si gritó o no gritó “Grande John”, es lo de menos. Pero es cierto que si Fernando Blanco hablaba de su libro, nuestro pequeño Chapman gritaba, ansioso, que ya lo había leído. (*) Ciertas canciones lo transportaban. Liverpool, los años ’60, All you need is love. Aferrado a su butaca, tenso, agitaba los brazos y las piernas. Cuando se bien copaba movía la fila entera de butacas. Aporreaba los apoyabrazos, intentando marcar el ritmo. O amagaba con dos o tres frases de un inglés chapuceado y peor que el mío. Entre clásico y clásico, la tensión cedía un poco. Por un instante se desinflaba en su butaca. Avanzaba una pierna, me clavaba el codo en la cintura. Cuando sentía mis riñones, aunque tarde, cierto pudor lo embargaba. Retrocedía, recuperaba el dominio de sí, de los apoyabrazos. Oh, sí. Nuestro pequeño Chapman era un dios arbitrario. Capaz de volarnos la tapa de los sesos tarareando Imagine. ¿Y Lennon? ¿Y su mensaje?

El resto de la banda hacía su trabajo. No eran versiones, eran covers. Lo desconozco todo de la música y, como decía, también de los Beatles y de John Lennon. Aún así, supongo que entre músicos profesionales tanto las canciones de Lennon como las de los Beatles no deben presentarles mayor complejidad. En este caso, al menos, se trataba de hacerlo a lo Lennon. Julián Carranza (Los Prisioneros del Rock & Roll) es preciso, tiene mucha fuerza y parece contenerse para no irse de mambo. Junto con la voz, se destacan. Kiki Gaggino en la batería. Juan Pablo Ezquerra (teclado y voz) y Fernando Viola (teclados y coros). Siempre es agradable ver una chica en el escenario. Sobre todo si esta chica es, además, hermosa. En este caso, Lucrecia López Sanz (The Beladies) explota una imagen disonante. Tiene algo de la rocker moderna. Pero muy armada. Quizá la sobriedad de los chicos realza ese toque disonante del que hablo. Guitarra Gibson, botas negras altas a la rodilla, vestido plateado corto con lentejuelas… (en la foto de la página luce un corto vestido con la bandera inglesa. Puaj). Para completarla usa el pelo casquito a lo He-Man pero castaño oscuro. Como a propósito. En fin, es lo de menos. Cantó Come Together y estuvo bien. Que es lo importante. Otra cosa destacable: la lucha de egos parecía aplacada. Lucrecia no quería copar el show. Eso es bueno. El encargado de las imágenes se quedó corto. Poca inventiva, cero archivo y para colmo tenía problemas con el reproductor de imagen. ¡Tal vez no haya dado con material de Lennon en internet!

En fin, no quiero excederme. Por otra parte, ¿a quién puede interesarle lo que diga esta retrospectiva? El show está muy bueno. Entiendo por qué han tocado en tantos lugares. Por qué estos chicos han viajado y tocado en España, Rusia e Inglaterra (en Liverpool tocaron en The Cavern – el original – cerraron el show al aire libre de Williamson Square por los 800 años de la ciudad y ganaron varios concursos). (Para una pequeña biografía: http://www.myspace.com/nube9argentina).

El registro de Fernando y Lennon, dijimos, es el mismo; pero, por otra parte, puede llevarlo hasta donde quiere. En ese sentido, las canciones al estilo clásico parecen funcionarle como un corsé. (¿Por qué su voz no luce con sus temas solista? ¿O se le dan bien? ¿Falla el compositor? (**)). Otra virtud de Blanco: esa actitud tan british de mantener la compostura, aún en los chistes para amenizar los intervalos. Todo conspiró para que esta noche la gran protagonista fuera la música. 

(*)Fernando Blanco y Sergio Marchi publicaron The Beatlend una investigación sobre las carreras solistas de los ex-Beatles.

(**) Fernando Blanco tiene varias canciones en Youtube. La banda que lo acompaña como solista creo que tiene la misma base que Nube9: Fernando, Lucrecia, Julián y distintos bateristas. Para el que quiera ver: «Mares Lejanos», «Los lobos»; y, por supuesto, hay muchas canciones de los Super Ratones.

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